Tuesday, April 16, 2013

Averno

El berretín de la jornada es hablar de Fariña, y estar expectantes con Lanata. Cada uno eligiendo su tótem urbano, en la Gran Polarización que encuentra a la sociedad argentina de nuevo siglo debatiéndose entre sacarse los mocos, jugar a la Play Vita o creerse que por twitear furiosamente ya somos cívicos. El argento se indigna, cómodamente sentado en un sillón adquirido en sale, entendiéndose hipster porque compra ropa cara en un lugar violentamente malo; y mientas navega 700 canales se preocupa por un futuro que ya se ha apropiado como incierto.

La felonía de la escena, ya no trata sobre corrupción hiperespacial, desnudez tórrida o contenidos mediáticos que en el mejor de los casos nos dejan inconscientes bien tarde a la noche, cuando ya el prime time ha quedado muy lejos. 

Se trata de la ausencia de expectativas. De la intuición de que el proyecto nunca funcionó, y de que pase lo que pase, hagamos lo que hagamos, el resultado será siempre el mismo. A consumir entonces, y a sostener la burrada social que habilita que mientras el de al lado muere de hambre, yo tenga impunidad para mantener el estándar y acumular. En una suerte de pase libre que cristaliza tanto la desazón como el aburrimiento ontológico que colorea, edulcora y lima los bordes de cualquier crudeza, de cualquier mal. 

Así, cuando Fariña, Lanata, Rossi y todos ellos pasen por el filtro del canal IP, serán exorcizados por el pancho argentino. El cual twiteará, dejará actualizada su cuenta de Facebook, y se retirará -como cada día- a su sommier cotidiano, a la espera de un nuevo amanecer. Pero bien profundo y enterrado en una capa semiconciente de su voz más relegada, intuye y finalmente sabe, que un infierno pegajoso ha llegado para quedarse.


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