Saturday, May 18, 2013

Fábula

Lo peor de algo que está bien escrito, es que genera impacto. Y si a eso le agregamos una buena historia, digna de ser contada, la reacción es imposible de evitar. Hoy, de casualidad, leí esto: http://www.clarin.com/sociedad/hijo-murio-recordar-alegria-homenaje_0_921508024.html. 

Al terminar el útlimo párrafo, tuve que hacer una mueca y cerrar demasiado fuerte los ojos para no romper en llanto, solo, en el living de mi casa. Y explico por qué.

El titular de la nota nos ubica en una historia no demasiado infrecuente: un padre y una madre que pierden a un hijo, a raíz de una extraña enfermedad. Terrible, pero no infrecuente. Hasta ese momento, se trata de una estadística. Un mero parte médico impersonal, en donde un niño participa del ciclo de la vida al morir y dejar espacio vital a alguien que nace. Hasta ahí, nada especial para el anónimo argento que lee.

Pero a medida que se desarrolla la historia, queda evidente la imposibilidad de reducirla a un percance administrativo. La potencia de sus detalles resulta tan necesaria como dolorosa, para transformar el texto en una lectura imprescindible que no acaba al finalizar. El relato construye un universo que intima con el lector, contando los pormenores del inicio de la enfermedad, cuando era solamente una terrible promesa. Y luego ahonda en su progresión, comentando el abnegado peregrinar médico y espiritual de la familia que intenta salvar la salud de aquel chico que; aún en su corta edad, presenta batalla con coraje para enfrentar y entender lo inentendible: que la vida se va extinguiendo lentamente, y que ya hay posibilidades que serán altamente improbables.

Entonces se hace el nudo en la garganta, la lectura se hace perenne, y ya uno pide que el milagro hubierase producido. Y es allí donde uno dice basta, pero no puede detenerse. Porque Sebastián -Sebi- se hace carne, nos habla. Dice que no importa, que hay que ser feliz día a día. Expone nuestras mediocridades, pero sin quererlo. Y nos cuenta que cambiar el auto, ascender en el trabajo, lograr reconocimiento o comprar la casa de finde para fanfarronear con el pariente de turno, no se compara ni por un instante con el deseo de vivir y la energía del optimismo.

Hacia el final, el papá de Sebi escribe el final. Cuenta que a Sebi lo dejaron ir, para evitar un mal mayor. Loable sufrimiento para evitar el sufrimiento. En el éxtasis final del relato, su intimidad más pura se indica cuando el papá de Sebi cuenta que mientras el va relajándose, durmiéndose, le daban pedacitos de chocolate, como último regalo. Cada vez que le daban chocolate, Sebi sonreía. Un mimo final. Dulce. Profundamente amoroso. Para despedirse de este mundo con el mejor reflejo. Una caricia tan simple como demoledora, que denota ese lazo que nunca podremos entender del todo los que estamos afuera como espectadores. Ya casi es imposible no emocionarse. Y como corolario perfecto, de la nota perfecta, Mario, papá de Sebi, escribe:

"Sebi estaba con los ojos cerrados, y una expresión relajada. “¿Ven que está dormido?”, dijo la doctora. “¿Sebi, querés un pedacito de chocolate?”, le pregunté. Sebi, con los ojos cerrados, asintió con la cabeza, y nos regaló su última y más hermosa sonrisa".

Sírvase utilizar esta impecable fábula de la realidad, cada vez que una preocupación estúpida y mediocre ocupe nuestra cansada mente.





Wednesday, May 08, 2013

Enervante Mente

Hace poco los medios de comunicación difundieron esto:


El lector curioso ya conocerá el caso pero si no es así, descubrirá una saga de "videitos" elaborados por Annalisa Santi, alumna de la Facultad de Derecho de la UCA que se propuso (¿o no?) descubrir su intimidad corporal en medio de una cátedra universitaria. O simplemente, mostró los pechos en clase.

El contenido se viralizó rápidamente por redes sociales dedicadas al erotismo, y finalmente arribó al mainstream periodístico haciéndose tapa digital en medios de distribución nacional. Lo cual ocasionó otra tanda de contenidos, reparadores, acerca de la citada núbil.

Ahora bien: es claro que desde hace varios años, los chicos pregonan y dan testimonio de otra relación con el cuerpo, muy distinta de la que hemos tenido aquellos que nacimos entre los 70 y los 80. El sexo, el placer, la corporalidad ya no es algo sacro. Todo eso funciona como un dispositivo más de consumo, en distintos niveles de la conciencia, y en distintas estratificaciones sociales. No es nuevo, no es sorprendente.

Lo irritante del caso. Lo verdaderamente enfermante es la andanada de idioteces proferidas por la niña, "post expositio". La falta de ilación conceptual y lógica, la carencia absoluta de vocabulario. La precariedad en la abstracción y la argumentación, y la constante utilización de muletillas (ej. "tipo que"), denotando no sólo una ausencia flagrante de cultura general y ejercicio del lenguaje, sino también la ridícula pretensión de pertenecer a una elite sociocultural inexistente.

En la época de la colonia, allá por el 1800, las familias acomodadas de Buenos Aires intentaban imitar la "r" arrastrada francesa. Así se gesta el modismo fonológico, que bajo una pretensión aspiracional, fundaba la manera "cerrada, como con una papa en la boca" típica de ciertas clases pudientes porteñas. Particularmente molesto, ese modismo nada tiene que ver con el buen hablar, ni con la belleza del lenguaje, ni con la cultura, ni con nada. Y se iguala con la superproducción berreta de un inentendible mal decir.

En el violento pastiche hipermediático que las familias cocinan hoy en su seno cotidiano, se cruzan las posibilidades económicas, la sensualidad y los subroductos del hot-adolescente, la sobreprotección pero también el desamor, el desapego, la fiebre del consumo y la ausencia del padre como debe ser. Una suerte de dialogismo esquizoide en donde todos hablan, pero ninguno esucha. Pero todos miran y disfrutan de la epidermis del otro. Y un día, nos horrorizamos porque pasa lo que pasa.

Este es el siglo XXI. Mientras tanto, como el canto bipolar de una sirena, Annalisa habla, y habla y no termina de cerrar un sintagma vacío, que no admite paradigma alguno. Moraleja:  Annalisa, preferimos que te calles la boca solo te muestres. Al menos por respeto a los que todavía creen que todo significante, importa un significado.



Tuesday, April 16, 2013

Averno

El berretín de la jornada es hablar de Fariña, y estar expectantes con Lanata. Cada uno eligiendo su tótem urbano, en la Gran Polarización que encuentra a la sociedad argentina de nuevo siglo debatiéndose entre sacarse los mocos, jugar a la Play Vita o creerse que por twitear furiosamente ya somos cívicos. El argento se indigna, cómodamente sentado en un sillón adquirido en sale, entendiéndose hipster porque compra ropa cara en un lugar violentamente malo; y mientas navega 700 canales se preocupa por un futuro que ya se ha apropiado como incierto.

La felonía de la escena, ya no trata sobre corrupción hiperespacial, desnudez tórrida o contenidos mediáticos que en el mejor de los casos nos dejan inconscientes bien tarde a la noche, cuando ya el prime time ha quedado muy lejos. 

Se trata de la ausencia de expectativas. De la intuición de que el proyecto nunca funcionó, y de que pase lo que pase, hagamos lo que hagamos, el resultado será siempre el mismo. A consumir entonces, y a sostener la burrada social que habilita que mientras el de al lado muere de hambre, yo tenga impunidad para mantener el estándar y acumular. En una suerte de pase libre que cristaliza tanto la desazón como el aburrimiento ontológico que colorea, edulcora y lima los bordes de cualquier crudeza, de cualquier mal. 

Así, cuando Fariña, Lanata, Rossi y todos ellos pasen por el filtro del canal IP, serán exorcizados por el pancho argentino. El cual twiteará, dejará actualizada su cuenta de Facebook, y se retirará -como cada día- a su sommier cotidiano, a la espera de un nuevo amanecer. Pero bien profundo y enterrado en una capa semiconciente de su voz más relegada, intuye y finalmente sabe, que un infierno pegajoso ha llegado para quedarse.


Thursday, April 04, 2013

Síntesis



Hoy el Diario La Nación logró el siguiente video:


























Lo peor, lo más desgarrador, lo que genera un automático sentimiento de empatía es la necesidad del protagonista de contar en forma racional, pausada y secuencial lo que le ha sucedido. Intenta no sucumbir frente a la cursilería del grito, de la pasión desmedida o mediatizada, del clishé televisivo que muestra lágrimas exhuberantes. Es simplemente alguien desolado por una realidad que intenta significar pero que se resiste al encuadre. El relato impacta en forma violenta por su simpleza y deriva en conclusiones demoledoras por su precisión llana, transparente: "está muy duro esto". "no aprendemos más como sociedad". "me abrazó una señora que decía que el hijito se lo había llevado la corriente. hay gente que no entiende de eso".

Valga la síntesis de gran corazón, del ideario que los argentinos supimos perder, y que cada tanto reluce cuando del conglomerado de contenidos se eleva una propuesta genuina. Que resiste a la mersada cotidiana, y que en el fundido a negro, Quito, el héroe del día, contenga el llanto en un rictus que resume la jornada.

Tuesday, March 19, 2013

Segunda Entronización

Cuando la intensidad culmine. Cuando los medios de comunicación terminen de estimular una audiencia proclive a la exaltación fugaz y pasajera, sólo quedará una posibilidad: el análisis del especialista, acerca de la asunción del nuevo Papa Francisco I.

Porque luego de que el ruido audiovisual se acalle, y los públicos desorientados entiendan que este nuevo Papa tiene enormes desafíos por delante, y que en su agenda de trabajo el tema del matrimonio igualitario y las Islas Malvinas están ubicados en un lugar muy lejano a la prioridad, tal vez cunda el desencanto y aquella parodia de la realidad que denominamos Opinión Pública se vuelva hacia el barato revisionismo de café que inunda nuestro ser nacional en ciertas ocasiones.

Por eso, en ese momento de desasociego de la comunicación, sólo nos quedará el análisis del especialista. Hay algo que hoy es muy claro: Francisco I sabe cual es su llamado, su misión en la Iglesia del Siglo XXI. Todo lo que hace, es porque sabe lo que hace. Cada movimiento está previsto, y en eso se denota su tradición Jesuita. La de comprementar fe con razón; el despliegue de una profunda inteligencia y conciencia del sucedáneo que experimentamos, y de la potencia amplificadora de los medios de comunicación social, dispuestos a distribuir todo lo que haga.

Por eso, entiende Francisco I, que él mismo es una metáfora. Cada palabra, cada acto, será un signo que va a ser leído en múltiples niveles, a escala global. Por eso sabe, que sus elecciones estudiadas se transforman en paliativos rápidos de los males endémicos que han afectado a la Iglesia Católica Apostólica Romana en las últimas décadas. Definitivamente, es un Papa que entiende los medios. Sus manifestaciones se traducen entonces a múltiples idiomas, y transmutan en cuestiones de fe y de esperanza.

Cuando el fuego audiovisual se acalle, y la devastación de lo cotidiano continúe horadando las mentes del hombre medio, el nuevo Pontífice deberá luchar sus batallas más privadas, en donde la burocracia y complejidad de un mundo integrado se consolidará en desafíos formidables a enfrentar, para lograr una verdadera transformación de la Iglesia. Será para Francisco I una segunda entronización. Mucho más íntima. Mucho más compleja.

Pero Francisco I es un Papa Jesuita. Sabe lo que sabe y cual es el camino que le depara. Entiende que si viaja con cuidado, tiene diez años prolíficos que pueden hacer mucho bien a la Iglesia Católica. Es el lider espiritual de 1000 millones de almas. Y comprendemos y entendemos que está más que listo para el desafío. Francisco I, latinoamericano, jesuita, argentino, es una brillante luz de esperanza en un mundo poco acostumbrado a las buenas noticias.

Monday, February 02, 2009

Placer y Displacer

En mi vida,
de velada inconsciencia,
en el mundo complejo
que hoy nos acecha,
no conozco todo lo malo que vendrá.
Pero como un reflejo simétrico
y evidente,
tampoco conozco lo bueno.

Y probablemente tampoco pueda,
discriminar lo uno de lo otro.

Casi a ciegas caminaré entonces,
intentando mantener
mi sensibilidad despierta,
emocional, siempre a la espera
de un nuevo comienzo incierto.

Friday, October 28, 2005

Diálogo

Yo le digo, yo afirmo.
Los buenos docentes, son tan extraños como los buenos alumnos.

Ultimamente escasean, son raras especies, de arduo avistaje. Agreguemos una complicación adicional: se obstinan en esconderse, en pasar intencionalmente desapercibidos. No es que desarrollen un comportamiento dañino o descabellado, es que la actitud retirada está en su naturaleza. No le exija al buen docente estrellato o notoriedad, preferirá el anonimato que otorga el conocimiento adquirido.

Ahora, yo le pido que esto último no lo confunda. Puede que el docente probo prefiera la sombra en un día fulgurante, pero al entrar aula, querido amigo, su alma se enciende. Su piel cambia, sus ojos se iluminan en forma sobrenatural, profunda. Algo le ocurre, es otro animal, electriza su pensamiento. No crea que exagero: es que está bien conciente de lo que sucede y de la extática transformación que en ese momento opera.

Claro, bien podríamos comparar su sentido con la fría agudeza del felino que sabe cuando atacar y también cuando callar. Cuando avanzar y cuando darse por vencido. Tampoco crea que sale indemne de todas las justas. En ocasiones se lo verá con la mirada vaga, sometiendo el recuerdo amargo a las lógicas de la conciencia. Aún así, como el felino, sabe cuando hincar la dentellada. Yo lo he visto.

El buen docente posee una sobrenatural noción acerca de lo justo y lo amable. Justicia porque puede evaluar cualquier contexto, casi siempre al instante. Amabilidad porque su trato es suave pero firme. Algunos confunden lo último con debilidad, y seguidamente se han visto sucumbir bajo una ferocidad inesperada. A veces no son demasiado tolerantes, tienen sus defectos.

El buen docente no eligió hacer lo que hace. Fue irremediablemente elegido en el mismo momento de su concepción. Desde ese día ha sido trágica y maravillosamente marcado por una cadena de ADN de la que no se vuelve. Deberá vivir y morir en su investidura. Aceptar su condición.

Percibo que sigue incrédulo. Ya lo veo: cree que son criaturas míticas, inexistentes. Yo le aseguro que sí. Que fui alumno de uno, y que tocó mi alma y mi mente. Que luego fui el mismo, pero algo mejor. No, no se ría, por favor. No destroce mi recuerdo con su ironía, con su cinismo. No me pida pruebas tangibles.
¿Qué donde está? ¿Quiere que delate su refugio? Le adelanto: va a ser difícil ubicarlo.
Como todo buen docente, se esconde en la sombra del olvido.
Como el felino atento.