Wednesday, May 08, 2013

Enervante Mente

Hace poco los medios de comunicación difundieron esto:


El lector curioso ya conocerá el caso pero si no es así, descubrirá una saga de "videitos" elaborados por Annalisa Santi, alumna de la Facultad de Derecho de la UCA que se propuso (¿o no?) descubrir su intimidad corporal en medio de una cátedra universitaria. O simplemente, mostró los pechos en clase.

El contenido se viralizó rápidamente por redes sociales dedicadas al erotismo, y finalmente arribó al mainstream periodístico haciéndose tapa digital en medios de distribución nacional. Lo cual ocasionó otra tanda de contenidos, reparadores, acerca de la citada núbil.

Ahora bien: es claro que desde hace varios años, los chicos pregonan y dan testimonio de otra relación con el cuerpo, muy distinta de la que hemos tenido aquellos que nacimos entre los 70 y los 80. El sexo, el placer, la corporalidad ya no es algo sacro. Todo eso funciona como un dispositivo más de consumo, en distintos niveles de la conciencia, y en distintas estratificaciones sociales. No es nuevo, no es sorprendente.

Lo irritante del caso. Lo verdaderamente enfermante es la andanada de idioteces proferidas por la niña, "post expositio". La falta de ilación conceptual y lógica, la carencia absoluta de vocabulario. La precariedad en la abstracción y la argumentación, y la constante utilización de muletillas (ej. "tipo que"), denotando no sólo una ausencia flagrante de cultura general y ejercicio del lenguaje, sino también la ridícula pretensión de pertenecer a una elite sociocultural inexistente.

En la época de la colonia, allá por el 1800, las familias acomodadas de Buenos Aires intentaban imitar la "r" arrastrada francesa. Así se gesta el modismo fonológico, que bajo una pretensión aspiracional, fundaba la manera "cerrada, como con una papa en la boca" típica de ciertas clases pudientes porteñas. Particularmente molesto, ese modismo nada tiene que ver con el buen hablar, ni con la belleza del lenguaje, ni con la cultura, ni con nada. Y se iguala con la superproducción berreta de un inentendible mal decir.

En el violento pastiche hipermediático que las familias cocinan hoy en su seno cotidiano, se cruzan las posibilidades económicas, la sensualidad y los subroductos del hot-adolescente, la sobreprotección pero también el desamor, el desapego, la fiebre del consumo y la ausencia del padre como debe ser. Una suerte de dialogismo esquizoide en donde todos hablan, pero ninguno esucha. Pero todos miran y disfrutan de la epidermis del otro. Y un día, nos horrorizamos porque pasa lo que pasa.

Este es el siglo XXI. Mientras tanto, como el canto bipolar de una sirena, Annalisa habla, y habla y no termina de cerrar un sintagma vacío, que no admite paradigma alguno. Moraleja:  Annalisa, preferimos que te calles la boca solo te muestres. Al menos por respeto a los que todavía creen que todo significante, importa un significado.



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